lunes, 27 de junio de 2011

Abriendo y cerrando puertas

Una puerta de cuatro años se cierra, con un breve y ligero ruido de despedida, sabida, pero no por eso, menos sentida. Ahora me encuentro en la antesala con una nueva puerta delante. En una de las paredes, una gran ventana. Antes del siguiente paso, miro por ella para ver como los cuatro años se me han colado entre mis rendijas.

Una gran ventana que me abre al mundo. Una casa en la que he pasado miedo, terror, alegrías y tristezas, mucho frio y algo de calor, con una plaga de cucarachas, lavadoras (a cual más vieja) que charlaban tranquilamente con la nevera, y mucho silencio, mucho.

Una gran ventana abierta a Bulgaria, en esta ciudad de provincias, inicio de muchas carreteras, agujeradas, con destinos tan diversos como el norte, el sur, el este y el oeste… Un país, mil ciudades.

Una gran ventana desde la que casi oigo el colegio, el ronroneo somnoliento de las siete y media de la mañana, el griterío de las diez y cinco, el cansancio de las dos de la tarde.

Una gran ventana en la que se oye búlgaro pero también español (mea culpa, también), en mayor o menor medida, con el trinar de los coches desaparcando, la voz de los vendedores incansables del mercado, y silencio, mucho silencio.

Dejo de mirar para dar el siguiente paso y el siguiente hacia la puerta en la que me esperan, alegre, en este final de junio, desde aquel noviembre lejano. Al tercer paso oigo voces. Desando lo andado para ver los rostros tristes, incluso llorosos de algunos, con la sempiterna sonrisa de otros, los más lejanos hablando sin yo poder oírlos, los movimientos exagerados de los de siempre, incluso, aquellos que no me soportan, se les ve algo extraño en los ojos. Una sonrisa de uno de ellos me hace continuar

- Gracias –les (os) digo.

Debo continuar, me esperan detrás de la puerta. Mientras ando los pocos metros que me separan de la puerta se oyen, en hilo musical del pasillo, estas dos canciones, a la vez, mezclándose ritmos y voces, en un caos organizado de tristeza.



domingo, 26 de junio de 2011

-después nuestras mitades separadas llegarán a ser museos
repletos de memorias bien colmadas.

E.E. Cummings

Hipertensión

Me lo contó ella.

Cada vez que giraba levemente la cabeza hacia el lado izquierdo, lo veía, sólo brevemente, porque volvía a colocar la cabeza en la misma postura erguida, temiendo que le sucediese lo mismo que a Yrit. Sin embargo, siempre le podía la curiosidad y todos los días, sin faltar uno, giraba levemente la cabeza hacia el lado izquierdo.

Me lo contó ella el mismo instante en que yo buscaba, detras suyo, el rostro del miedo sin verlo. Ella volvió a girar levemente la cabeza hacia el lado izquierdo.

Todavía no sé si se ha ido, pero ella sigue girando levemente la cabeza hacia el lado izquierdo y ha dejado de comer con sal, alegando nosequé problema de hipertensión.

sábado, 25 de junio de 2011

Sobre los buenos días

Sábado, 25 de junio de 2011. Un despertar más en esta cama de hospital, vacío ya, con las maletas a punto, esperando sólo ya que el médico me dé el alta definitiva.


Un verso a los pies de la cama, toda la noche, me recuerda otras camas, otros tiempos (pasados y futuros) donde decir buenos días se convierte en un acto poético en sí mismo.


Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día. (Claudio Rodríguez)
Buenos días.

miércoles, 22 de junio de 2011

Frankestein

- Sé feliz, mi querido Víctor -contestó Elizabeth-; espero que no haya nada que te aflija, y ten la seguridad de que si mi rostro no refleja una animada alegría, mi corazón está gozoso. Algo me dice que no confíe demasiado en el futuro que se abre ante nosotros, pero no escucharé esos susurros sinisestros (...) ¡Qué día divino! ¡Qué feliz y serena parece toda la naturaleza.

Frankestein, Mary Shelley

martes, 21 de junio de 2011

Sobre los lugares para vivir

Nunca es fácil, ¿eh? [la taxista a George]
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Creo que será un buen sitio para vivir [Cyntia a George en la última frase de la película]

(Jonathan Teplitzky, Better than Sex)

lunes, 20 de junio de 2011

Siete días

Para quien tiene tanto miedo, tanta incertidumbre,
tanta felicidad, tanta certidumbre.

El calendario llega a su fin, por fin.

El miedo no me paraliza y la vida hay que tomársela como viene, porque siempre viene, más o menos torcida, pero viene. Mañana, quien dice mañana dice en siete días, dormiré en mi cama (¿dónde he dormido hasta ahora? se preguntarán los más curiosos).

Y en el futuro, asumo que en los recovecos de mi cuerpo, como dicen por ahí esos poetrastos tristones, puede aparecer un amanecer triste... pero eso es futurología (ciencia inexacta como pocas).

Como en en el anuncio FLEX, hoy me siento surrealísticamente feliz.

domingo, 19 de junio de 2011

Yo también oigo a los hombrecillos

Aunque estaba despierto, tenía la sensación de moverme en un espacio onírico, pues la realidad, al menos la realidad periférica, gozaba de la elasticidad de los sueños.

Juan José Millás, Lo que sé de los hombrecillos.

viernes, 17 de junio de 2011

Memoria pixelada (elegía)

Una imagen vale más que mil palabras, dice la sabiduría popular. Sin embargo, el problema de las imágenes es cuando se pixelan en la memoria y entonces sólo queda el consuelo de las palabras.

Aunque a veces ni eso.

Últimamente

Últimamente, amor, soy una gran gotera
donde pierde mi corazón una garúa muy tuya.
Julio Huasi ("la gotera" de su libro Bandolor)

jueves, 16 de junio de 2011

Cuando repetimos buenas noches varias veces al día

Padezco de sueño infinito como si sufriese el síndrome de Gelineau y mis despertadores se alíasen con los sueños para mantenerme en una nebulosa fronteriza entre la inconsciencia y la realidad.

Buenas noches, una vez más, en este dieciséis de junio de 2011.

lunes, 13 de junio de 2011

De camas y camas

Cuando la luz de una casa ilumina tu cama como si fuese la cama de un hospital, llama enseguida al médico o abandónala sin remordimientos.

domingo, 12 de junio de 2011

Lugares perfectos para un café: las pocas cafeterías abiertas a las 8 de la mañana



En Sofia (Bulgaria), junio de 2011

Una ventana, ninguna, cien mil... (y III)

Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.

Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale. Con su rostro, con su atuendo, con sus gestos, con apenas nada, he reconstruido la historia de esta mujer, o quizá fuera mejor decir su leyenda, y de vez en cuando, entre lágrimas, me la recito a mí mismo.

De haber sido un pobre anciano, habría reconstruido la suya con la misma naturalidad.

Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros.

Y tal vez me digan: "¿Cómo sabes que esa leyenda es la verdadera?". ¡Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy!


Charles Baudelaire, Spleen de París.

sábado, 11 de junio de 2011

viernes, 10 de junio de 2011

Metamorfosis fantasmagórica

Ahora que ya me había pasado el terror doméstico, llevo todo el día, en Sofia, oyendo una voz de mujer que no deja de pronunciar mi nombre constantemente, suavemente como si no quisiera asustarme. Cuando me giro, nada ni nadie parece percibir esa voz.

Empiezo a preocuparme... los fantasmas de mi casa se han metamorfoseado en voz de mujer y se pasean libremente por Sofia.

Otro poema, otra coincidencia

por tus labios inmortales que aún perfuman la bombilla,
la colcha aún guarda la ternura de tus formas,
inolvidable clavada por siempre en mi piel,
un tibio cabello en la almohada tan sólo me dejaste,
donde, vida, brillarán tus ojos de noche en flor,
la lluvia reza en los vidrios su milonga triste,
y la lámpara castiga iluminando tu ausencia.
Julio Huasi ("el punto" de su libro Bandolor)
De un libro comprado en Sofia, en una librería de segunda mano, donde los libros están colocados como si fuesen una columna dorica, una columna (*) de libros clásicos en español (desde Azorin hasta sólo la primera parte del Quijote).

(*) Lo de la columna no es ninguna metáfora, era una columna que se elevaba del suelo hasta un metro y medio del mismo, una extraña forma de colocar los libros, sobre todo si quieres el que está en la parte más baja)

jueves, 9 de junio de 2011

Escena nocturna

La media luna, partida perfectamente por el sol, como un fluorescente del que sólo funciona uno de los tubos.

Luces de los bloques que descubren a los insomones del barrio (aunque desde las otras ventanas, me podrian incluir).

Ladridos apagados por el maullido de un gato en celo que rondará toda la noche a su gata, alrededor del mercado de la ciudad, removiendo las entrañas de los amantes separados.

Luego el silencio de los propios ronquidos que me acunan hasta el próximo amanecer.

miércoles, 8 de junio de 2011

¿Coincidencias?

Coincidencias de la vida. Mi casa tomó vida terrorificamente la misma semana en que los rayos alumbraban el cielo de esta primavera excesivamente lluviosa y a la vez que estaba con la lectura de Frankenstein de Mary Shelley .

¿Coincidencias?

Sucede que el terror no sea quizás una postura únicamente estética.

A pesar de ello, hace días que Raid Max Anti-cucarachas funciona, que no cortan el agua de mi casa, que la luz no parpadea, que llueve en dirección contraria a mis ventanas, que los objetos vuelven a una calma habitual, que las obligaciones se imponen a la cama y que las paredes de mi casa parecen dormidas.

¿Coincidencias?

sábado, 4 de junio de 2011

El incrédulo que empezó a creer en el miedo

Para quien tiene miedo, todo son ruidos.
Sófocles


Nunca, hasta ese día, había creído en el género de terror en sus múltiples representaciones (películas, literatura,...). Pensaba que era sólo la necesidad estética de los creadores para recrear un sentimiento irracional como es el miedo.

Sin embargo, desde que le dijo a las paredes que abandonaba la casa en la que hasta ese día había vivido por una mujer que residía en otra ciudad, toda la vivienda pareció rebelarse contra él: un plaga de cucarachas (muy bíblico) invadía la cocina, el agua se cortaba intermitentemente, la luz iba y venía a su antojo, la lluvia del exterior se colaba entre las rendijas de sus ventanas, los objetos (muertos hasta entonces) resucitaban y se suicidaban cayéndose de sus manos, la cama lo abrazaba, lo sujetaba, con tal fuerza que le impedía levantarse, las paredes crujían de dolor...

Y él, asustado, sólo contaba los días que faltaban para irse, temiendo que el edificio se derrumbase y lo dejase enterrado para siempre.