La media luna, partida perfectamente por el sol, como un fluorescente del que sólo funciona uno de los tubos.
Luces de los bloques que descubren a los insomones del barrio (aunque desde las otras ventanas, me podrian incluir).
Ladridos apagados por el maullido de un gato en celo que rondará toda la noche a su gata, alrededor del mercado de la ciudad, removiendo las entrañas de los amantes separados.
Luego el silencio de los propios ronquidos que me acunan hasta el próximo amanecer.
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