El hecho de no planear un viaje supone que a veces salga todo al revés, no necesariamente como sinónimo de malo.
La única cosa clara era el punto y final y un día: Veliko Ternovo, el sábado a primera hora. Eso lo cumplí (e incluso llegué unas horas antes de lo previsto). A partir de ahí, el reverso fue lo habitual: una llamada no contestada, no ver las señales, equivocarse, la niebla… todo un conjunto de circunstancias que hicieron de estos días un viaje extraño.
Pero ya lo dice Ortega y Gasset que “yo soy yo y mis circunstancias”, así que disfruté de las circunstancias del viaje al revés.
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