Es decir, nada se puede determinar con precisión porque formamos parte de la realidad, en un espacio y en un tiempo.
Somos parte de una ecuación irresoluble, una eterna X, una incógnita.
La incertidumbre reina en nuestras vidas, el tiempo y el espacio, una vez más, parecen pertenecer más a la metafísica que a la física.
Mi sentimentalidad parece hoy pasada por el filtro de la ciencia
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