6.30 a.m. Una lluvia finamente fina, persistentemente lúcida e insistentemente provocadora cae sobre la ciudad.
En su alfeizar, Roxana se despide de Cyrano, triste por tener que ir a la guerra, una guerra corta, lo sabe, pero en la que puede ser herido, también lo sabe.
Sus últimas palabras de amor bajan con la lluvia, mojadas y tristes, las de Cyrano esquivan las gotas, para subir por la enredadera inexistente.
A lo lejos se oye ya el carruaje blanco. Una última mirada. Cyrano piensa en su nariz, Roxana lo mira, una vez más.
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