Hoy me he sentido como los bomberos de Ray Bradbury, como la Santa Inquisición, como los nazis, como el barbero y el cura cervantino: seleccionando libros que irán a otras manos, a tiendas de libros de viejo, a amigos,... a la hoguera, en definitiva. A mi propia hoguera personal. Libros desechados libros que no volveré a leer.
Pero para qué conservar libros que seguro (o casi seguro) nunca más volvería leer.
Yo deselecciono libros que algún día, por alguna razón, seleccioné.
Yo, al menos, echo a la hoguera libros por estética, no por ideología (a pesar de que la estética también es ideología -maldito Barthes) eso me salva de esta quema de libros.
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