- Querida Roxana, tengo la nariz muy grande, quizás… - ella le cerró los labios con sus frías manos, siempre las tenía frías.
- Podría haberme enamorado de Pinocho, mi querido Cyrano –se calló y mirando el apéndice que sobresalía de su cara continuó-. Pero tu nariz ha dejado de crecer.
Lo besó, girando la cabeza levemente y sin que él se percatase para no tropezar con su enorme nariz.
(Final autocensurado por el propio Edmond Rostand)
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