Siempre he sido un pésimo cocinero. Nunca he sabido calcular la cantidad necesaria de pasta, arroz o agua necesaria para que la comida salga como debe salir. Si hay otro criterio para el placer de la comida, yo lo desconozco. Lo mismo pasa en mi cabeza. Nunca se controlar el límite de preocupaciones que caben dentro de ella, la cantidad exacta para que no sobrepase. Así que para evitar que estalle mi olla a presión he optado por escribir este post. Veremos si consigo liberar la presión del vapor de mis pensamientos.
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