Desapareció dentro de una caja de cereales. Una caja de cereales de chocolate y copos de avena, de eso estoy seguro.
Como cada semana, fuimos al supermercado para hacer la compra. Ella, como también era su costumbre, se demoraba unos minutos mirando y remirando la amplia selección de cereales que ofrecía el supermercado. Yo, como también era costumbre, me alejaba a buscar la leche y la dejaba deleitarse en ese espectáculo de sabores, colores y marcas.
Pero ese día, cuando volvía a recuperarla de su trance
cerealístico, ya no estaba ahí. La empecé a buscar por los laberínticos pasillos del supermercado sin encontrarla. Pasé por la sección de embutidos, para luego ir a los lácteos donde también le gustaba entretenerse. No la vi. Después de veinte minutos de dar vueltas y de que una anciana pensara que la perseguía, un vigilante se me acercó sigilosamente (seguramente avisada por la anciana). Diez minutos después de examinar todas las secciones del supermercado y el guardia de seguirme ya descaradamente, la impaciencia no pudo más y me preguntó qué producto estaba buscando.
- A mi mujer –le respondí.
El vigilante me miró entre sorprendido y extrañado, como si estuviera pensando en qué sección podría encontrar un producto como ése.
Después de explicarle cómo había perdido a mi mujer, el guarda tras las primeras posibles hipótesis y mis reticencias a sus explicaciones, me sugirió que fuéramos a ver las cámaras de seguridad para comprobar si había salido del centro comercial.
Ya en la sala de control, pude ver como las videocámaras de forma aleatoria iban enfocando diferentes secciones. El guarda de seguridad cogió la cinta que había grabado el supermercado hacia unos minutos y la puso.
Entonces pude vernos. Tuve la sensación de retroceder al pasado, a una película antigua, en blanco y negro y sin sonido.
Las imágenes eran las rutinarias de cada semana: entrando y dirigiéndonos primero a la sección de frutas y verduras, luego desaparecíamos porque la cámara enfocaba hacia otro lado, para luego volver a aparecer en la sección de zumos de fruta y como nos dirigíamos a la sección de los cereales y justo cuando yo iba en busca de la leche la cámara volvía a apartarse de mi mujer y se perdía entre las estanterías de bebidas alcohólicas. Cuando la imagen vuelve, ya estaba yo sólo buscando a mi mujer.
A partir de ese día me aficioné a los cereales, confiando que un día, al echar los copos de avena con chocolate en mi gran tazón me la encontrase nadando en ese gran mar blanco y de rocas.