jueves, 29 de julio de 2010

Cuaderno de viaje (y IV)

Crimea se ha quedado atrás, después de veinte días por tierras ucranianas. En esta península, atada por pequeños filamentos de tierra como si perteneciese a otro país, me he sumergido en un mundo al que estoy poco acostumbrado. Horas de sol y playa, paseo entre atracciones de lo más variopintas (como disfrazarse de motero para hacerse una foto montado en una Harley Davisson por unos dos euros), un hormigueo de gente por todas partes, puestos de comida ambulante, luces deslumbrantes de colores, olor a aceite de comida grasienta mezclado con crema bronceadora, eslavas en tanga y eslavos en slips, marcando lo inmarcable,...

Sin embargo, la guinda de este extraño pastel de mil sabores y colores fue una playa arena y agua cristalina casi desierta, ya en los límites de Crimea donde tras cinco días de sentirme como el buen salvaje volvi a la carretera alejándome de este “paraiso".

martes, 27 de julio de 2010

Un sueño

El otro día tuve un sueño.

Bajaba por las escaleras mecánicas del metro de Barcelona con los profesores de Secciones Bilingües, cuando por la escalera que subía hacia la salida, el señor Aznar se cruzó con nosotros.

-Mira, el gran hijo puta –le suelto yo a uno de los profesores, con los que en realidad casi nunca he hablado.

Lo siguiente que recuerdo es subiendo con Aznar en la misma escalera hacia la salida y yo, voz en grito, diciéndole:

-Atrévete, atrévete a sacarme la tarjeta, atrévete a sacarme la tarjeta roja (como si nos encontrásemos en un partido de futbol).

Aznar se encontraba dudoso, con una mano en el bolsillo sin atreverse a sacarme la tarjeta roja de expulsión, pero de repente, saca una cartulina roja y con la mano levantada me la planta en la cara.

-Tú no eres nadie para expulsarme del metro, tú no eres nadie –le grito indignado.

Una vez arriba, Aznar desaparece y al cabo de pocos segundo aparece con el guardia de seguridad del metro, quien me coge del brazo.

-Quiero ver a su superior –me quejo…

Acto seguido me desperté.

[Se admiten interpretaciones psicoanalíticas del sueño]

martes, 13 de julio de 2010

Desventejas de viajar en avión

Creía (o le gustaba creer que creía) que cuando uno está en Barcelona aquellos que están en y que son de Buenos Aires o el DF no existen. La diferencia horaria era sólo una máscara de la desaparición. Así, si uno viajaba de improviso a ciudades que en teoría no deberían existir o aún no poseían el tiempo apropiado para ponerse en pie y ensamblarse correctamente, se producía el fenómeno conocido como jet-lag.
Roberto Bolaño, 2666

Cuaderno de viaje (y III)

Después de cruzar la frontera búlgara-rumana, el conductor nos puso una película rusa para distraernos dos de las doce horas que faltaban para llegar a nuestro destino (dos fronteras más allá).

Después de diez minutos de visionado y sin entender una palabra de ruso, me hice, a grandes rasgos, una idea de la película: un musical (medio opereta, medio canción popular rusa), ambientado en el mundo rural ruso de los años 60/70, mezcla de Fuenteovejuna y Siete novias para siete hermanos y cuya media de edad de los actores sobrepasaba los sesenta.

Estoicamente aguanté toda la película consciente de que me quedaban muchas horas de viaje...

jueves, 1 de julio de 2010

Persistir

Era el dilema habitual (...): cuándo ser persistente , cuándo no serlo y, pese a ello, alcanzar su objetivo (...) La gran sabiduría de la vida era, al parecer, juzgar cuándo había que ser persistente (...) Si uno no persistía lo suficiente, le juzgaba debil; si persistía demasiado, incivilizado.
Patricia Highsmith (Rescate de un perro)

Cuaderno de viaje (y II)

No recordaba lo relajante que puede ser el sonido del mar... Una tarde fresca, con un sol relativamente tímido, un aire tranquilo, poca gente en la playa.

En la playa de Varna, un jueves por la tarde al iniciar unas vacaciones.

Cuaderno de viaje (y I)

Cada vez preparo menos mis viajes: una hora antes de marchar la maleta, una semana antes el medio de transporte (aunque a día de hoy sigue sin solucionarse del todo)...
Lo próximo será plantarme en cualquier estación de tren o autobús y, si ni siquiera pagar, sentarme comodamente a esperar que me lleven.

En el tren que me lleva a de Sofia a Varna, el punto de inicio.